Sobre el Césped


Sobre el césped estábamos sentados, a la sombra de los altos laureles. De tiempo en tiempo una leve bocanada de aire cálido se obstinada en desprender el suave mechón rubio que tus dedos impacientes habían contenido. Nuestro primogénito jugaba a nuestros pies, incapaz de enderezarse sobre los suyos, carnecita redonda, sonrosada y tierna, pedazo de carne. ¡Oh, tus gritos de espanto, cuando veías sobre sus dientecitos el pétalo de alguna flor misteriosa! ¡Oh, tus caricias de madre joven, tus palmas adonde duerme el calor de la vida, tus labios húmedos que apagan la sed! Y mis besos enardecidos por la voluptuosa pereza de aquella tarde de verano, apretaron a la dulce prisionera de mis deseos, y mis manos extraviadas temblaron entre las ligeras batistas de tu traje...
¡Y me rechazaste de pronto! Y un rubor virginal subió a tu frente.
Me señalaste nuestro hijo, cuyos grandes ojos nos seguían con su doble inocencia y murmuraste:
-¡Nos esta mirando!
-Tiene un año apenas...
-¿Y si se acuerda después?
Nos quedamos contemplando a nuestro pequeño juez, indecisos y confusos. Pero yo te hable en los siguientes términos...
Amor mio, tesoro de locas delicias y de absurdos pudores, alma única, mujer de siempre, humanidad mía, no temas avergonzarte ante este tirano querido, por que no te haré nada que no te haga el en cuanto te lo pide...
Y desabrochando tu corpiño, libere la palpitante belleza de tu seno, y prendí mis labios en su irritada punta. Y tu te estremeciste, y una divina malicia brillo en el fondo de tus ojos.

Rafael Barret
Ilustracion : Bianki

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